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miércoles, 23 de marzo de 2016

El cazador oculto


Aunque el estilo de vida actual es mucho más parecido al de los primeros agricultores del Neolítico, los nómadas aportaron más adaptaciones genéticas

Restos de cazadores y recolectores de hace 7.000 años encontrados en La Braña-Arintero (León)
Hay quien considera que la adopción de la agricultura y la creación de las primeras ciudades es la mayor revolución que ha vivido el ser humano en toda su historia. Otros opinan que el día que nuestra especie dejó de vivir en pequeños grupos de cazadores nómadas perdió la libertad para siempre. Lo cierto es que los europeos de hoy llevan en los genes una mezcla de ambos estilos de vida, aunque hasta ahora no ha estado claro si le deben más a uno que a otro en cuanto a adaptaciones genéticas importantes.
En 2008, un artista ruso que talla huesos de mamut halló en un río de Siberia el fémur de un hombre. Era de un Homo sapiens que vivió hace 45.000 años y de él se consiguió extraer el genoma completo, el más antiguo que existe de nuestra especie. Ese encuentro fortuito abrió una puerta al pasado que hasta ahora estaba cerrada. Por primera vez era posible saber cómo fueron los primeros pobladores de Europa hace 45.000 años y cuánto se parecen a ellos los europeos de hoy.
Un nuevo estudio ha comparado el genoma de aquel hombre con el de un agricultor que vivió en Stuttgart, Alemania, hace 7.000 años, y el de un cazador y recolector nómada que vivió hace 8.000 años en Luxemburgo. Como referencia de poblaciones actuales se han usado unos mil genomas de europeos y africanos actuales.
Los resultados muestran que los cazadores nómadas pasaron a los europeos un 10% más de variantes genéticas adaptativas que los agricultores. La función de muchas de esas variantes aún se desconoce, pero hay dos bien conocidas: los ojos claros y posiblemente también la piel blanca. El trabajo no habría sido posible sin el genoma del hombre de Siberia, pues permite ver las diferencias entre un humano recién llegado a Europa desde África que aún no había tenido tiempo de desarrollar variantes genéticas de adaptación a su nuevo entorno y el de humanos que sí lo hicieron.
“Lo que hemos visto es que el 70% de la diferencia en variantes genéticas estudiadas entre africanos y europeos se acumuló durante la salida de África”, explica la bióloga Aida Andrés, quien trabaja en el Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck y es coautora del estudio, publicado en Nature Communications. “El otro 30% apareció después”, señala, y ahí es donde están las variantes adaptativas que se han detectado.
“Es bastante sorprendente que, mientras la revolución de la agricultura en el Neolítico trajo a Europa un estilo de vida que aún persiste hoy, los cazadores y recolectores aportaron la mayor parte de adaptaciones genéticas al entorno europeo”, explica Felix Key, coautor del estudio.
El objetivo ahora es encontrar adaptaciones en las poblaciones asiáticas, ya que estas “probablemente” sean diferentes a las de los europeos. “Aún no hemos encontrado nada porque necesitamos más genomas antiguos, pero yo creo que los vamos a conseguir pronto”, concluye Andrés.

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